Matinée 1: Irauli

A principios del siglo XIX se produjo la mayor transformación de la historia en la sociedad, la industria y la economía, dando origen también a una nueva era en las artes. Esta nueva era se denominó Romanticismo y la música se erigió como el arte romántico ideal. La estética del Romanticismo se basa en el sentimiento y la emoción.

Entre las novedades que surgieron con el cambio de estilo sucedió que muchos instrumentistas, además de dedicarse a la interpretación, compusieron numerosas obras explotando nuevos recursos técnicos, lo que dio lugar a la figura del solista virtuoso. Este fue el caso de Bernhard Crusell, reputado clarinetista finlandés que influyó muchísimo en la evolución de su instrumento. Estudió composición en París y alcanzó la fama por toda Europa como intérprete.

Por otra parte, Anton Reicha, de origen checo y nacionalidad francesa, comenzó tocando la flauta. De niño se trasladó a vivir a Bonn y estudió composición con Haydn y Salieri. Además, allí conoció a Beethoven tocando en la misma orquesta y se hicieron amigos de por vida. Más tarde fue profesor de composición en el Conservatorio de París y contó con alumnos como Berlioz, Liszt, Franck y Gounod. Hoy en día se le recuerda por ser de los primeros compositores en escribir música para quinteto de viento.

Por último, Juan Crisóstomo de Arriaga, en su cortísima vida —murió a los veinte—, alcanzó tal reconocimiento que con tan solo 18 años de edad también fue nombrado profesor del Conservatorio de París. Sus tres cuartetos de cuerda son las únicas obras que vio publicadas en vida. Su estilo está justo en el límite entre el Clasicismo y el Romanticismo y se parece al tipo de música que Beethoven compuso en su juventud.

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